mujer contra mujer

Todos los que me conocen, aunque sea un poco, saben que soy una persona altamente sexual, que vivo a punto de ebullición, que paso la mayoría del tiempo pensando en penes conocidos que han dejado huella en mi vida, y soñando con otros que creo en mi mente con una perfección a detalle armando el rompecabezas con todas las imágenes que creo y que poseo. Soy fiel al placer de mi cuerpo en todos los sentidos, y aunque mi monogamia serial me ha detenido todas esas veces en las que, literalmente, se me apareció el diablo de la tentación, también es cierto que mientras he estado soltera le he ganado tiempo al tiempo y he sacado la casta para ponerme al día experimentando de todas las formas posibles lo que mueve mi vida: el orgasmo.

No sé qué pasó en la composición de mi ADN, pero tengo recuerdos de edades muy tempranas en que me provoqué un orgasmo por primera vez. Recuerdo que quedé viendo estrellitas y no pude parar nunca más. El filo del colchón de mi cama, alguna de las manitas de mis muñecas o el chorro de agua cayendo directo en el clítoris fueron los responsables de intensos momentos de placer. Si mis padres leen esto, hasta ahora sabrán porqué siempre demoré tanto en bañarme, ojalá no me quieran cobrar todos esos recibos de agua, los haría millonarios.

Absolutamente toda mi formación académica fue en colegios católicos y pasé por cuatro órdenes religiosas diferentes, así que ya se podrán imaginar cuando me atacaba la culpa de saber que vivía en pecado, hasta que encontré la manera de engañar a mi mente con el acto de contrición, pensando en que no se lo tenía que decir a ningún padre y así poder comulgar sin que me vieran feo por quedarme sentada en la banca cuando todo mundo se paraba a recibir “el cuerpo y la sangre de Cristo”.

Desde ahí hasta que tuve mi “primera vez”, y todavía bastante después, sentí culpa absolutamente TODAS las veces que tuve un orgasmo, era como un sentimiento instantáneo al momento de venirme de que estaba haciendo algo malo. Y ni qué decir del momento de tormento por el que pasé representando a la Virgen María en una pastorela, cuando había perdido la virginidad ¡tres días antes! Obvio esa fue la peor de las paradojas, ¡qué mala broma!

Y es que qué daño hacen las falsas reglas que dicta la sociedad y las etiquetas que le ponen a todo. ¿A quién carajos se le ocurrió que tienes que ser virgen hasta el matrimonio?, pero sobre todo ¡¿Por qué?!

Los estigmas sexuales con los que cargas como mujer a lo largo de la vida son terribles.

Yo nunca le pude contar a nadie que me masturbaba y que se sentía delicioso, porque la culpa me atormentó por mucho tiempo. Nada más de escuchar las críticas a otras de mis amigas que empezaban a tener relaciones sexuales o se habían embarazado a temprana edad, me aterraba compartir lo que yo sentía. Y bueno, tal vez embarazarse siendo una adolescente te convierta en pendeja, sobre todo en estos tiempos en que hay tanta información, ¡pero no en puta!, y digo tal vez, porque las condiciones en las que se puede dar un embarazo pueden ser tantas, que quiénes somos todos los demás para juzgar si ni estamos en sus zapatos ni al chamaco les vamos a cuidar.

Ahora creo fielmente que si te enseñaran desde una edad temprana a tocarte y a encontrar tus zonas erógenas, la sexualidad en general sería más consciente y disfrutable sola o acompañada. Por supuesto no habría tantas mujeres con tantos traumas o frígidas y tan infelices.

Nunca he entendido porqué una mujer que disfruta de su sexualidad es una puta. Y seguro lo entiendo menos porque yo pertenezco a ese grupo. Si para la gente soy ninfómana, piruja, zorra, etc., es algo que obviamente nunca me ha quitado el sueño. Ni ellos saben los significados reales que le quieren dar a esos conceptos, ¿por qué me preocuparía lo que piense alguien que ni vive mi vida ni sabe los significados de los conceptos a los que le dan valor?.

Yo tuve un novio que siempre me decía que mi energía sexual era tan fuerte que no tenía que hacer nada para llamar la atención, porque a donde entraba inundaba el cuarto de sexo. Y yo creo que es verdad, porque siempre me han pasado situaciones insólitas en momentos y lugares totalmente inesperados.

Una vez llegando a una fiesta de un grupo de amigos muy cercanos, me topo en el estacionamiento con una amiga de ellos que yo había visto una vez en mi vida, pero ellos la conocían de toda la vida.

Me abraza para saludarme y, sin más, me dice: “a mí nunca me han gustado las mujeres, pero tengo un crush contigo mal plan, si alguna vez tendría algo con una mujer, me gustaría que fueras tú”.

A mí nunca me había pasado algo así por la mente con este fanatismo que tengo por el miembro viril, pero lejos de tomárselo a mal, agradecí la sinceridad y hasta me hizo gracia que lo dijera, porque seguramente muchas mujeres pueden fantasear con eso o alguna vez les ha pasado por la mente explorar, pero jamás se lo permitirían por pensar que eso las convertiría automáticamente en lesbianas.

La mujer estaba pasando por una racha de mucho desmadre, porque se acababa de divorciar y por fin se estaba dando permiso de explorar todo lo que no había podido.

Total, ese día nos entregamos todos al alcohol de una forma tal que hasta “El Príncipe de la Canción” hubiera salido huyendo.

Ya avanzada la noche, yo estaba bailando sola con los ojos cerrados, en modo intensidad activado, sintiendo cada músculo de mi cuerpo moverse, cuando de pronto sentí a alguien frotando su cuerpo contra el mío. Abrí los ojos y era ella. Me empezó a besar con un cachondeo delicioso que fue imposible apartarse. Nos olvidamos de que había más gente en la fiesta y seguimos bailando hasta que llegó el momento en el que tuvimos que salir corriendo. Apenas llegamos a mi departamento nos arrancamos la ropa y empezamos a “jugar” con todo lo que nos fuimos encontrando. Nada más estar desnudas explorando todo lo que para las dos era nuevo, llenaba el cuarto de sensualidad absoluta. Si alguien nos hubiera grabado estoy segura que hubiéramos sido la fantasía hecha realidad de muchos. Ya lo éramos por separado, juntas hubiera sido una locura para cualquier hombre. Par de diosas explorándose todos los puntos que dieran placer.

Todo fue como un gran descubrimiento. Orgasmo tras orgasmo nos volteábamos a ver con un asombro tal que no podíamos parar, era necesario seguir descubriendo todas estas formas tan sencillas de hacer estallar a una mujer sabiendo perfectamente dónde tocar, lamer y acariciar.

Se convirtió en un experimento puro de dar y recibir placer.

Lo más bonito de todo es que al día siguiente no existieron expectativas de nada, nos despedimos sin más, sabiendo que habíamos ido por lo que queríamos en ese momento y nada más.

Yo nunca me sentí culpable, ¿eso me hace lesbiana? A lo mejor para muchas personas sí, para mí no. Y ahora me cuestiono todavía más el porqué ponerle etiquetas a la gente con preferencias sexuales diferentes a las “aceptadas” por la sociedad. Los seres humanos nacemos siendo hombres o mujeres, a quien prefieras comerte en la cama no debería agregar un título más para definirte.

Yo soy una mujer a la que le FASCINA tener sexo con hombres, si tengo una relación estable y solamente tengo relaciones sexuales con esa persona, está socialmente aceptado, pero si tuviera sexo con la misma frecuencia con parejas diferentes, entonces ya soy una puta.

Dejemos de llamar a todo por un nombre. Sean libres, y mientras no se hagan daño a sí mismos ni a nadie, sean lo que quieran ser, vivan como se les pegue la gana vivir y dejen vivir respetando a los demás.  A nadie le importa una opinión que no construye, aprendamos a usar nuestras energías en lo que sí construye. Como diría la canción de Mecano: “ si no gusto, ya sé lo que hay qué hacer, que con mis piedras hacen ellas su pared”.

Previous
Previous

#peace&love

Next
Next

dime qué comes y te diré cómo coges...